Su lugar para recordar los fundamentos de applica.
Cuando pensamos en liderazgo, muchas veces nos viene a la mente la imagen de una figura de autoridad que guía a otros desde una posición jerárquica. Sin embargo, el liderazgo genuino no comienza desde afuera ni se obtiene con un título. El verdadero liderazgo comienza en el momento en que una persona decide hacerse responsable de sí misma.
Liderar con propósito implica reconocer con humildad que, antes de acompañar el crecimiento de otros, es necesario atravesar el propio proceso de transformación. No se trata de imponer, controlar o dirigir por inercia, sino de actuar desde una coherencia interna que nace del compromiso personal con el autoconocimiento y el crecimiento.
Este tipo de liderazgo exige un trabajo profundo de autoliderazgo. Supone observar nuestras emociones, creencias, hábitos y reacciones con honestidad. No se trata de un proceso visible, inmediato ni fácil; muchas veces es silencioso, lento e incómodo. Pero también es profundamente transformador.
Implica tener el coraje de mirar hacia adentro, de reconocer patrones que ya no nos nutren y de permitirnos sembrar nuevas intenciones. Este camino requiere paciencia, constancia y cuidado. Es un trabajo diario que, como todo proceso vital, necesita tiempo para florecer.
No podemos liderar con propósito si estamos bloqueados por creencias limitantes, inseguridades o mecanismos destructivos. Por eso, una parte esencial del camino consiste en limpiar nuestro mundo interior.
Esta limpieza comienza con una auditoría honesta de nuestras cargas: identificar las tareas que realizamos por inercia y que ya no tienen sentido, las relaciones que generan fricción constante, los entornos físicos o virtuales que nos dispersan o agotan. Al tomar conciencia de estos elementos, podemos elegir con mayor claridad:
Este acto consciente no solo nos devuelve energía, sino que genera un espacio interno más fértil para el propósito.
Liderarse a uno mismo también implica revisar la forma en que actuamos, las decisiones que tomamos, y el rumbo que damos a nuestra vida. Vivir en coherencia con nuestra esencia, con una intención clara y sostenida, nos permite actuar con mayor sentido.
Es necesario atrevernos a cuestionar viejos hábitos mentales, asumir nuevos desafíos, adoptar nuevas perspectivas y romper con automatismos que ya no nos representan. Este movimiento interno es una declaración de que somos capaces de crecer y reinventarnos.
El liderazgo con propósito no se construye en un momento puntual, sino que se cultiva. Requiere práctica, reflexión y ajustes constantes.
Proteger nuestro proceso también es parte del liderazgo: poner límites, priorizar nuestra energía, establecer redes de apoyo y sostener hábitos que refuercen nuestro bienestar y compromiso.
A través de este proceso continuo de autoevaluación y cuidado, fortalecemos las bases de un liderazgo auténtico, más sólido y humano. Solo cuando hemos transitado este camino interior con responsabilidad, estamos listos para acompañar el crecimiento de otros desde un lugar genuino.
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