Su lugar para recordar los fundamentos de applica.
El agotamiento emocional no siempre se presenta con lágrimas, gritos o ausencias abruptas. A veces, se instala de manera casi imperceptible: en el tono apagado de una reunión, en la cámara que permanece apagada en cada llamada, en el trabajador que antes proponía ideas y ahora cumple en silencio.
Este tipo de burnout sutil y menos visible es también el más peligroso. Porque no interrumpe el funcionamiento de la organización de forma inmediata, pero lentamente comienza a erosionar la motivación, el compromiso y la creatividad de los equipos.
Desde la psicología organizacional, sabemos que el burnout no es solo una consecuencia del exceso de tareas. Es, sobre todo, el resultado de una desconexión emocional sostenida en el tiempo.
Una persona se quema cuando siente que da mucho y recibe poco; cuando lo que hace deja de tener sentido, o cuando el entorno no valida ni reconoce lo que aporta. En ese escenario, algunas personas se apagan de a poco. No presentan conductas disruptivas ni hacen reclamos. Cumplen, pero sin presencia emocional.
Y cuando el cuerpo y la mente se desconectan del trabajo, se pierde algo más que productividad: se pierde la vitalidad organizacional.
Este desgaste emocional silencioso aparece, muchas veces, en personas comprometidas, responsables, incluso admiradas dentro de la empresa. Y es precisamente ese perfil el que puede pasar más desapercibido: como “no genera problemas”, no llama la atención.
Pero si se observa con detenimiento, hay señales que hablan: una baja en la iniciativa, un aumento en los errores, una participación mecánica en reuniones, una emocionalidad neutra o un cinismo creciente hacia los valores de la organización.
El trabajador sigue ahí, pero algo esencial ya no está.
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